Historias

Ve y haz tú lo mismo

29 jul, 09:19 p. m.
El Evangelio de hoy, junto con las dos lecturas bíblicas, nos ofrece nuevamente la oportunidad de entrar en la escuela de Jesús, el Maestro Divino. El episodio del Evangelio relata un diálogo en estilo "escolástico", propio de la tradición judeo-rabínica, entre un rabino-líder del grupo (Jesús en este caso) y uno de sus interlocutores (irónicamente, "un doctor de la Ley"). Se trata de una conversación muy interesante que vale la pena seguir atentamente para redescubrir la profundidad de la parábola del Buen Samaritano contada en esta ocasión, y refrescar algunos puntos fundamentales para nuestras vidas como discípulos misioneros de Jesús.
El Evangelio de hoy, junto con las dos lecturas bíblicas, nos ofrece nuevamente la oportunidad de entrar en la escuela de Jesús, el Maestro Divino. El episodio del Evangelio relata un diálogo en estilo "escolástico", propio de la tradición judeo-rabínica, entre un rabino-líder del grupo (Jesús en este caso) y uno de sus interlocutores (irónicamente, "un doctor de la Ley"). Se trata de una conversación muy interesante que vale la pena seguir atentamente para redescubrir la profundidad de la parábola del Buen Samaritano contada en esta ocasión, y refrescar algunos puntos fundamentales para nuestras vidas como discípulos misioneros de Jesús.

1. La inquietud humana por la vida eterna y el don de la Palabra salvífica de Dios
El diálogo comienza con una pregunta fundamental, con la que "un doctor de la ley" quiso "poner a prueba a Jesús":
«Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?»
A pesar de la posible intención provocadora, la pregunta expresa una inquietud profunda y legítima, presente no solo en los debates rabínicos del tiempo de Jesús, sino también en el corazón de hombres y mujeres de todos los tiempos.

Jesús, con su habitual magnanimidad, no se dejó atrapar por la intención del preguntador, sino que entró en diálogo para dejar brillar la enseñanza auténtica y salvadora de Dios. Al estilo rabínico, no respondió directamente con una fórmula, sino con dos preguntas:
«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo la interpretas tú?»
La primera apunta al contenido de la enseñanza divina, la segunda a su vivencia personal. Así, Jesús reafirma que no vino a abolir la Ley, sino a darle plenitud (Mt 5,17). La respuesta a la pregunta sobre la vida eterna está ya contenida en la Torá, la enseñanza revelada por Dios, que no está lejana, sino «muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas» (Dt 30,14).

2. Amar a Dios y al prójimo: clave para la vida eterna
Cuando el doctor de la Ley recuerda el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo, Jesús lo confirma con autoridad:
«Has respondido correctamente. Haz esto y vivirás.»

En la persona de Jesús, Palabra encarnada de Dios, la Ley encuentra su plenitud. Quien ama verdaderamente permanece en Dios (1Jn 4,16) y vive en comunión con Él. Como enseñó San Pablo:
«El amor es la plenitud de la ley» (Rm 13,10).
Y esa plenitud tiene un rostro: Cristo. Porque en Él, como dice la carta a los Colosenses, habita toda la plenitud de Dios (Col 1,19).

3. «Ve y haz tú lo mismo»: una parábola para una misión sin fronteras
El doctor de la Ley, queriendo justificarse, pregunta:
«¿Y quién es mi prójimo?»
En la mentalidad judía, el prójimo era el compatriota. Pero Jesús, en lugar de definir quién es el prójimo, enseña cómo hacerse prójimo a través de la parábola del Buen Samaritano.

El hombre herido, probablemente judío, es socorrido no por un sacerdote ni un levita, sino por un samaritano —alguien marginado por el mismo pueblo judío—. Este gesto rompe las barreras étnicas y religiosas y propone un nuevo modelo:
convertirse en prójimo del otro sin condiciones.

Jesús no responde quién es el prójimo, sino que pregunta:
«¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los ladrones?»
El doctor responde:
«El que tuvo compasión de él.»
Y Jesús concluye con una invitación que es una misión:
«Ve y haz tú lo mismo.»

Esta perspectiva activa y universal encarna la Regla de Oro:
«Traten a los demás como quieren que ellos los traten» (Mt 7,12).

Poniendo esta enseñanza en clave misionera, el Papa Francisco dijo en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2022:

«Ninguna realidad humana es ajena a la misión de los discípulos de Jesús. La Iglesia de Cristo seguirá "saliendo" hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales para testimoniar el amor de Cristo a todos.»

Y añade:

«La misión seguirá siendo siempre missio ad gentes. La Iglesia debe seguir cruzando fronteras para manifestar el amor de Cristo.»

Muchos misioneros han dado la vida por "ir más allá" encarnando ese amor. Actuar como el Buen Samaritano es seguir a Jesús, el Verbo encarnado y la Compasión de Dios en misión. No es casual que el verbo “se conmovió” (splangchnizomai) se use también para describir la reacción del padre en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,20) y la de Jesús ante la viuda de Naín (Lc 7,13). En ambos casos, la compasión lleva a la acción.

La Tradición de la Iglesia ve en el Buen Samaritano la figura de Cristo mismo, que se acercó a la humanidad herida para cuidarla y salvarla.

Oremos para que todos los discípulos de Cristo continúen su misión en este mundo herido, como una Iglesia hospital de campaña.
María, Madre de Cristo, Madre de la Misericordia y la Compasión,
ruega por nosotros. Amén.

© All Rights Reserved The Pontifical Mission Societies. Donor Privacy Policy   Terms & Conditions.