Historias

Propagación de la Fe: Restaurando la libertad de una persona, una silla de ruedas a la vez

29 jul, 09:20 p. m.
En los exuberantes paisajes de Camboya, salpicados de antiguos templos y arrozales, se encuentra una conmovedora narrativa de resiliencia, fe y transformación. En el centro de esta historia se encuentra el jesuita Enrique "Quique" Figaredo, cariñosamente conocido como el "Obispo de las Sillas de Ruedas". Su historia no es solo un relato de celo misionero, sino un testimonio de la profunda diferencia que se puede lograr cuando la fe se une a la acción, especialmente cuando esta acción cuenta con el respaldo de organizaciones benéficas y el corazón caritativo de personas de todo el mundo. La historia de Camboya está marcada tanto por el encanto como por el dolor. La era de los Jemeres Rojos, que abarcó de 1975 a 1979, vio cómo el brutal régimen de Pol Pot devastaba un rico tapiz cultural. A su paso quedaron cicatrices emocionales y los peligrosos vestigios de la guerra: minas terrestres que han mutilado a innumerables almas inocentes. Fue en este contexto que el obispo Enrique comenzó su odisea misionera. "En 1985, me asignaron a trabajar con los refugiados camboyanos en la frontera con Tailandia", compartió, recordando vívidamente el tiempo que dedicó a ayudar a las víctimas de las minas. "Me involucré profundamente en la vida de la gente... y tantas cosas me enamoraron de ellos". Movido por el espíritu de servicio y una conexión innegable con la gente, el obispo Enrique se adentró más en el corazón de Camboya tras finalizar sus estudios teológicos en España entre 1988 y 1992, cuando fue ordenado sacerdote. Esta inmersión profunda no fue una tarea solitaria: el año de su ordenación, los jesuitas abrieron una misión en Camboya, y los esfuerzos para llevar sillas de ruedas a quienes vivían en el corazón del país obtuvieron el apoyo de las Organizaciones del Comité de Servicio de los Amigos Americanos. Al hablar de su labor transformadora, el obispo Enrique destacó el proyecto de las sillas de ruedas. "Tenemos talleres impartidos por personas con discapacidad", afirmó, recordando cómo la colaboración con Motivation International en 1994 dio origen a una silla de ruedas de madera que se convirtió en un faro de esperanza para muchos. "Esta silla me llevó a muchas partes del país. Transforma la vida de las personas que pasan de una vida sombría, encerradas en sus casas, a poder estudiar, salir de casa y tener una vida social", dijo. "Pero también transforma la vida de quien la da". "Una vez, alguien me dijo que la silla de ruedas que damos es un sacramento, porque transforma la vida de las personas", dijo. "Es una señal visible de una relación visible". Apoyo a la Iglesia en territorios de misión. En 1998, tras el fin de los remanentes de la violencia, el Dicasterio para la Evangelización del Vaticano, conocido durante siglos como Propaganda Fidei, organismo que supervisa las Obras Misionales Pontificias, "buscaba un obispo para la zona donde yo vivía y me nombró Prefecto Apostólico. Para mí fue un cambio enorme, ya que estaba muy involucrado en el trabajo social, la integración de personas con discapacidad en la sociedad civil y la labor de divulgación... como solemos decir ahora, estaba acostumbrado a una Iglesia que sale al encuentro de las personas donde están". Pero el prelado se adaptó rápidamente y, bajo su liderazgo y con el apoyo constante de la Iglesia universal, dado que Camboya es demasiado pobre para ser autosuficiente, la fe ha crecido exponencialmente. Cuando fue nombrado Prefecto Apostólico, su territorio contaba con 15 comunidades, y ahora hay 31, con 30 nuevas iglesias construidas en tres décadas gracias al apoyo de la Sociedad para la Propagación de la Fe, una de las cuatro obras pontificias. El crecimiento, dijo, es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando los misioneros cuentan con los recursos adecuados y las incansables oraciones de la comunidad católica mundial. Hoy en día, aún supervisa el proyecto de sillas de ruedas con un taller junto a su iglesia. Emplea a 18 personas, todas amputadas por razones personales y materiales, y juntos construyen un promedio de 100 sillas al día. Durante las últimas tres décadas, han donado unas 30.000 sillas. El taller es principalmente autosuficiente gracias a la Cruz Roja Internacional y Handicapped International, que compran el 30% de la producción para que el obispo Enrique pueda donar las demás, ya que los beneficiarios no pueden cubrir los costos de producción, estimados en 150 dólares. "Nos gustaría seguir creciendo porque todavía hay una gran necesidad en Camboya y en tantos otros lugares asolados por la violencia, la guerra y la tragedia, pero para lograrlo, necesitaríamos más capital". La filosofía del obispo Enrique es sencilla y profunda: transmitir el mensaje de Cristo a través de la caridad. "Acompañarlos, ser vistos como cercanos y cariñosos, atrae", afirma. Y es evidente que su enfoque ha dado frutos, atrayendo a muchos a la fe. Parte integral de la personalidad del obispo Enrique es su singular cruz pectoral, hecha a mano en plata por uno de los soldadores del taller de sillas de ruedas. Simboliza su misión y el espíritu perdurable del pueblo camboyano. "Mi cruz es un Cristo mutilado. Representa que Jesús sufrió..."Nos solidariza con las personas con discapacidad, sino que también nos dice que las personas con discapacidad también sufren con el Señor, completando la salvación del mundo", dijo. "Y también nos habla del cuerpo místico de Cristo, incompleto por la falta de comprensión, las guerras y por no haber conocido el amor del Señor. Nuestra misión es completarlo con amor, comprensión y solidaridad". Lea más historias en la revista MISIÓN. Apoye a la Iglesia en los territorios de Misión.

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